Mirar, mirar y mirar
Mirar, mirar y mirar
¿Qué mirar sin esos ojos que me atrapan?
¿Qué mirar si ya te fuiste de mi alma?
Cuando la juventud era alcanzable,
las camelias blancas y el perfume de nuestro romance
naufragaba entre las paredes de esta ciudad amurallada,
cuando te esperaba incesante en la plaza
porque sabía que tú también lo hacías,
cuando el éxtasis salía de nuestro pecho a la tinta.
Él, ¿Te ofrece él el calor de un alma tibia?
¿Te ofrece él los colores de la tarde, el sonido de las aves?
¿Su corazón imparable te busca por las avenidas?
¿Eres tú la dueña de sus noches y sus días?
Y sin embargo mi amor, dime, el día de tu boda
¿Miraras a sus ojos como lo hacías a los míos, alma mía?